Tiburones ©Manuel Peñafiel, fotógrafo, escritor y documentalista mexicano.

Tiburones ©Manuel Peñafiel, fotógrafo, escritor y documentalista mexicano. Viajar al Sureste de México en 1975, me convenció de la bondad de sus habitantes orgullosos de ser descendientes de la esplendorosa cultura maya. Con la intención de fotografiar a los tiburones “dormidos” me trasladé a Isla Mujeres en el Caribe Mexicano. Algunos kilómetros mar adentro existen cavernas submarinas donde se forman corrientes y hasta ahí llegan dichos escualos, los cuales permanecen inmóviles permitiendo que el agua se les introduzca por su boca abierta para luego salir por sus hendiduras branquiales; de esta manera no tienen que nadar para extraer el oxígeno que contiene el océano; en dichas circunstancias, los astutos tiburones están sumidos en un confortable letargo. Para llegar a ellos renté una pequeña lancha de motor y contraté a dos guías para que me llevaran. Me sorprendió la manera en que los costeños conocen el mar. Para mí todo se veía igual, sin embargo, aquellos muchachos detuvieron su bote justo en el sitio exacto arriba de las cuevas. Uno de ellos me dijo: Mientras el tiburón está adormilado no hay peligro, la cosa se pone arriesgada cuando se sienten molestados por alguien que los perturbe en su cueva. Esta información aumentó el temor que ya sentía. Preparé el equipo fotográfico, revisamos los tanques de oxígeno, nos pusimos las aletas, limpiamos los visores y nos zambullimos. A varios metros de profundidad mis oídos empezaron a doler a causa de la presión del agua. Se los indiqué a señas pero me ignoraron. Al llegar a una de las cavernas, uno de los lugareños se internó despreocupadamente, el otro tuvo que empujarme para que yo finalmente me animara a entrar. Aquellas grutas están formadas por roca porosa café, la apariencia de su laberíntica conformación me recordó las fotografías tomadas bajo el microscopio, donde aparecen los contornos y pasadizos solitariamente extraños de las células. El joven que iba delante, volteó su rostro para indicarnos con su dedo índice que había un tiburón adentro. Mis guías se adelantaron, yo deseé regresar al bote, pero temí equivocar la salida en aquella salada complejidad pétrea. El tiburón con su vientre sobre la arena se encontraba quieto con excepción de sus ojos cubiertos por transparentes párpados. Aquel imponente pez miraba todos mis movimientos haciéndome sentir más temeroso de lo que yo ya estaba, su enorme boca se abría y cerraba rítmicamente. Comencé a fotografiarlo. La potente luz que emergía cada vez que uno de los bulbos de mi flash a prueba de agua lo invadía lo incomodó, fue entonces, que hizo un brusco movimiento dispuesto a embestirme. El agresivo hocico poseía hileras de dientes afilados y triangulares, verdugos blancos similares a una procesión del perverso Ku - Klux - Klan. Cuando el tiburón nadó en dirección a mí, sentí en la espalda los pechos blandos y amorfos de la muerte ondulando impertinentes en el líquido marino. Al verme en peligro y sin dudarlo por un instante, uno de los muchachos se colocó entre el tiburón y yo, dispuesto a defenderme con su fusil submarino, sin embargo, no fue necesario disparar el arpón, el tiburón con arrogante indiferencia nos pasó de largo adentrándose en su acuoso territorio, dentro del cual nosotros éramos los impertinentes intrusos, me sentí aliviado al no haber sido necesario emplear el arma. Aquellos valerosos paisanos me hicieron señas para internarnos en otra cueva.....pero desistí, para mí había sido suficiente. Además odiaba la idea de lastimar a algún tiburón en caso de su ataque; sencillamente nosotros éramos insolentes advenedizos perturbando su hábitat, reflexioné al pensar que aquella aterradora dentadura que yo había visto no estaba formada por verdugos, sino que era su legítima defensa, además de su natural herramienta para alimentarse. Durante el trayecto de retorno a la playa les expresé el susto que me había llevado. Respondieron que los tiburones no siempre acometen para devorar, aún así, les agradecí su decisión por protegerme, su lealtad me conmovió. Al llegar a tierra los tres sabíamos que nuestra instantánea fraternidad concluiría con mi partida. Sobre latas frías de cerveza pusimos sal antes de brindar. A pesar de mis protestas con algunos de los billetes ganados por la renta de su lancha ellos pagaron las bebidas…antes de decirles adiós, les obsequié mi reloj de pulsera a prueba de agua. ©Manuel Peñafiel - Fotógrafo, Escritor y Documentalista Mexicano. El contenido literario y fotográfico de esta publicación está protegido por los Derechos de Autor, las Leyes de Propiedad Literaria y Leyes de Propiedad Intelectual, sin embargo, puede ser reproducido con fines didáctico - culturales mencionando el nombre de su autor Manuel Peñafiel y sus créditos por las fotografías; queda prohibido utilizarlo con fines de lucro. This publication is protected by Copyright, Literary Property Laws and Intellectual Property Laws. It can only be used for didactic and cultural purposes mentioning Manuel Peñafiel as the author and his credits for the photographs. It is strictly prohibited to use it for lucrative purposes.
©Manuel Peñafiel - Fotógrafo, Escritor y Documentalista Mexicano. El contenido literario y fotográfico de esta publicación está protegido por los Derechos de Autor, las Leyes de Propiedad Literaria y Leyes de Propiedad Intelectual, sin embargo, puede ser reproducido con fines didáctico - culturales mencionando el nombre de su autor Manuel Peñafiel y sus créditos por las fotografías; queda prohibido utilizarlo con fines de lucro. This publication is protected by Copyright, Literary Property Laws and Intellectual Property Laws. It can only be used for didactic and cultural purposes mentioning Manuel Peñafiel as the author and his credits for the photographs. It is strictly prohibited to use it for lucrative purposes.

Comentarios

Entradas populares